Coraje. Historia de vida

Los deportes nos enfrentan a situaciones inesperadas que prueban la fuerza y el deseo de nuestro espíritu. En ocasiones son hechos meramente deportivos que encierra la propia competencia, el querer llegar a triunfo o el propio desarrollo para la superación personal. En otros casos, son situaciones, que se plantean estableciendo nuevos parámetros a los que el atleta se enfrenta y luego nada será igual. Esta es la breve historia de lo ocurrido con Mónica Seles, iniciada el 30 de abril de 1993, en Hamburgo, Alemania, con connotaciones y derivaciones a partir del hecho que modificaron desde la reglamentación a los torneos hasta la configuración del liderazgo del tenis femenino mundial, cambiando el rumbo que llevaba en ese entonces.

Esta es parte de una historia, hace a nuestro tenis, hace también a la voluntad y tesón necesarios para desarrollar lo que uno lleva adentro y encontrar lo deseado. Eso hace la diferencia.

Abril 30 de 1993, Mónica está jugando la etapa de cuartos de final contra Magdalena Maleeva, el resultado era amplio para ella, ganaba 6-4 y era el cambio del 4-3 arriba. El día no había empezado bien. La noche anterior el padre de Mónica había comenzado a sentirse enfermo y muy dolorido, el hermano Zoltan y su madre habían quedado en el hotel junto a él.

Como es costumbre para ella, sentada en el banco con la toalla en la cabeza para sostener su concentración y no tener distracciones, el partido estaba controlado. De repente, un gran grito, un intenso dolor en la espalda, un golpe punzante corrió por toda su espalda. Gunter Parche, vestido informalmente, con una gorra en la cabeza y un punzón en sus manos, había dado un certero puntazo en la espalda de Mónica, estaba listo para el próximo cuando un guardia de seguridad lo agarra fuertemente e impide un nuevo intento. Mónica mientras tanto, cae en el polvo rojo, en shock, aturdida, con el dolor de la herida, con un terrible espanto ante la sangre en su remera y manos.

Rápidamente es llevada al hospital, los médicos determinan que la herida fue de una importancia media, que pasó a milímetros de la espina, que dentro de esta desgracia fue muy afortunada. Gunter, apresado, estaba en la cárcel custodiado por la policía.

El torneo finaliza, ganando Steffi Graf, quién luego visita a Mónica en el hospital y juntas lloran. Parche había declarado que él quería que Steffi recuperara el primer lugar del ranking mundial, dado que era el orgullo y el amor de su vida y era ésta, la única forma que él consideraba posible, para sacar a Mónica del medio. Muy triste.

La historia continua con el proceso inmediato de recuperación que se inicia en Florida, hogar por los últimos ocho años de la familia Seles, cuando deciden mudarse desde Yugoslavia para apoyar el tenis de Mónica. Bradenton, lugar donde se encuentra la conocida Academia Bolletieri y donde ella recibió una beca para su desarrollo. 

En el mismo tiempo que Mónica iniciaba su recuperación, el padre al continuar con sus dolores, viajó a la Clínica Mayo a realizarse un chequeo general. La noticia fue tremenda para todos, a sólo una semana del triste episodio en Alemania, se le detectó a su padre, un cáncer de próstata con gran avance. Afortunadamente, la respuesta fue rápida, se le operó y pudo salir adelante.

Durante los meses siguientes, Mónica recuperada físicamente de la lesión, no dormía, tenía frecuentes dolores de cabeza, un temor constante en el cuerpo, lo cual se afianzó, cuando en Octubre de 1993, Gunter Parche quedó libre. Solo con la responsabilidad de hacer dos años de acciones comunitarias en centros especializados.

Esto fue mucho para ella, durante todo el año´94, trabajó con sus miedos y temores, tratando de fortalecer su mente, yendo a especialistas, leyendo, atendiendo cursos, pero el solo hecho de saber que podría ocurrir otra vez, la aterrorizaba. Mientras tanto su padre continuaba con su tratamiento que le permitía seguir adelante en una forma estable y normal. Ese año fue de mucha lucha para toda la familia, estaban en dos frentes y ambos de suma importancia.

Cuando comenzaba el año ´95, Martina Navratilova, viajó hasta su casa y le pidió que volviera, que el circuito la extrañaba, que era importante y como símbolo, le entregó un brazalete de oro, diciendo "Este es nuestro compromiso, quiero que estés de vuelta, todos te necesitamos, cuando lo hagas me lo devuelves".

En julio, el primer paso fue una exhibición, contra Martina, quién ya estaba retirada. En Agosto, luego de seis meses de silencioso entrenamiento y duro trabajo consigo misma, reapareció en el Canadian Open, en la tribuna estaba toda su familia. Antes de la final, su padre le dijo: "Es tu tiempo, andá y divertirte como siempre". Mónica ganó la final y gran parte del estadio festejaba con lágrimas en los ojos. 

En el vestuario, Mónica le entregó a Martina su brazalete y ésta le dijo: "estás de vuelta, nena", fundiéndose en un interminable abrazo y llanto.

28 meses después. Con una terrible crisis de ser la mejor del mundo y perderlo por factores no deportivos. Con el peso de la enfermedad de su mentor. Ella estaba de vuelta, esa es la frase.

La historia es conocida, al año siguiente su padre fallece; jamás recuperará el primer lugar en el ranking; tampoco será lo que era antes. Sin embargo, ella ha manifestado que sigue en el tenis "por su pasión, por la paz que encuentra en sí misma en este deporte y por sobre todo, porque se siente conectada con ella y con sus seres queridos".

El ejemplo de Mónica muestra el coraje necesario para continuar y no desistir en el camino, superando situaciones que dolorosas e imprevistas, son parte de la historia de cada uno. No importa que ocurra en el futuro con su tenis, ha demostrado el valor de su espíritu. Ella ya ha ganado el reconocimiento de todos y por sobre todo, el de ella misma y su familia. Este es un ejemplo para contar.

Este material forma parte de un libro no publicado- Fernando Segal 2001

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