Un Bernard Shaw sensual
Es uno de los clásicos personajes que lega el siglo
XX a la posteridad. Literato profundo, autor de comedias de brillante
ingenio por las cuales satiriza a la sociedad. Es autor mordaz con humor
agudo y burlesco, vivaz; de sus escritos o de sus dichos, y era común que
brotara, aunque sanamente la sensualidad.
Irlandés de nacimiento (Dublin 1856), dominó la
escena de habla inglesa con sus títulos "El héroe y el soldado",
"Cándida", "Hombre y superhombre", "César y
Cleopatra", "Pygmalión", "Santa Juana" y otros más.
Toda su obra fue de éxito y marcó en su momento una etapa del teatro
británico, hasta polémico, que se proyectó mundialmente. Fue un género
literario que el cine recogió convirtiendo a Shaw en un abanderado
original, exótico y particular, especialmente por sus dichos, sus
actitudes ante la sociedad que vapuleaba pero que lo admiraba.
En 1926 fue distinguido por el premio Nobel de
literatura, ratificando su capacidad literaria y su fama. Un periodista
sueco le manifestó que Gran Bretaña estaba orgullosa por el lauro
obtenido por el insigne escritor. No hubo respuesta, y el cronista preguntó
luego ¿Cuáles son las cosas más notables e importantes de
Inglaterra?.
Aquí respondió sin vacilar: "Son Tres. El té, que proviene de Ceylán
y la India; el whisky, que es escocés, y yo, subrayó irónicamente, que
soy irlandés".
La vida le fue generosa en cuanto a reconocimientos
y homenajes, pese como se ha dicho, a su forma de convivir antisocialmente.
Falleció en Londres en 1950.
Su participación e interés por las justas
deportivas no despertaron en él, mayor interés. En distintas
oportunidades, sin perjuicio de alguna indiferencia hacia el deporte en
general, tuvo conceptos de preferencia por el tenis, por hallarlo como
"un juego estético y elegante que escapa a la violencia". No
era extraño entonces, que en algunas ocasiones se le vió concurrir a
partidos en el All England Club. Esto lo mencionamos porque presenció un
cotejo decisivo de single de damas en 1927, la final de Wimbledon entre
Helen Wills, vencedora, y Lily de Alvarez.
Helen, la notable campeona de esa meca,
Roland
Garros y los Estados Unidos, lucía también su belleza en los courts, y
en esta oportunidad, ante la también hermosa y chispeante Lily, con su
gargo ampulosamente español.
Al enterarse la competidora norteamericana, tras el
partido, de la presencia de Shaw, movilizó mucha gente para reterner al
escritor ya que lo admiraba.
En momentos que éste se disponía a dejar las
gradas, fue invitado a saludar a la ganadora. El dramaturgo accedió sin
ocultar cierto gesto de contrariedad. El diálogo fue muy breve por la
forma incisiva en que se expresó el caballero cuando Helen le preguntó
si solía concurrir a los clubes para presenciar tenis, a lo que repuso
que ésa fue una de las pocas veces que asistía. Dicho esto sin elogiar
la calidad de la tenista, lo que motivó - vanidad femenina - que añadiera
la pregunta sobre si le había agradado el partido y el desempeño de las
protagonistas. "Me entretuvo bastante", contestó
Shaw.
Siempre la jugadora Wills en la iniciativa verbal,
inquirió si le resultaría entretenido jugar con ella. El cáustico
escritor, fijó la vista en los contornos de Helen, para decir, ya al
final de la charla: "Unicamente lo haría sin raquetas y con el césped
alto... muy alto".
|